lunes, 4 de abril de 2016

Mi primer perro, el pedido de mis hijos


No me había planteado tener un un perro en casa hasta que uno de mis dos hijos, me convenció con un argumento muy fuerte. Su amor por los animales. Entendía de algún modo, en aquel momento, la importancia que tiene una mascota en la vida de los niños (y adultos) pero desconocía la experiencia real de convivir con una.  A mi conocimiento le faltaba el mayor ingrediente: acercarme al mundo animal.   

Un domingo a la tarde mi marido trajo a Pluto. El brillo en la mirada de Nicolás corroboraba lo que sentíamos con su papá, habíamos hecho lo correcto. 

No voy a negar que existía una cara de la historia que estaba teñida de gritos que crecían al volumen de alaridos, ejecutados por Nico que no se bajaba del sillón por miedo a que Pluto, cuyo tamaño sobrepasaba apenas el de un ratón. Eramos una familia de apartamento, no habíamos tenido mascotas antes. Inmediatamente dividimos tareas, mi hijo mayor era el encargado de comprar los alimentos para Pluto. Nicolás lo paseaba por la noche y todos lo bañamos. José María Gimeno Dasy

Luego, por supuesto, se dio la magia que los perros o cualquier animalito trae a un hogar y lo inevitable sucedió.  Pluto se convirtió en el centro de atención y una fuente de amor infinito. Yo pasé  esta primera etapa como “observadora con impulsos obsesivos”  tales como lavarme las manos cada vez que tocaba al perro. Hoy mis hijos, mi esposo y yo al llegar a casa no podemos evitar acariciarlo y jugar con el. José María Gimeno Dasy
El cariño que regala una mascota es inagotable.  Sus  orejas que casi tocan el techo para agasajarnos cuando llegamos a casa, siempre nos desprende una sonrisa.  En lo personal,  Pluto me mostró  el mundo animal.  Me enseñó  el amor que encierran, el alma que poseen. Se los recomiendo a todos, especialmente si tienen hijos.

Ana María Gimeno

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