Con 18 años nuestro hijo José decide irse a estudiar cine a París. Al poco tiempo de estar instalado, José nos contó por mail que estaba bien y que no estaba solo, había encontrado una gatita abandonada en la calle. La gatita recibió el nombre de “Proteína” ya que según nuestro hijo ella había pasado hambre.
Se trataba de una gatita de tonos grises, y unos ojos de un maravilloso colorturquesa.Nos contaba que estaba bien educada, y que incluso tenía una caja con arena como baño, la que usaba a la perfección. Nuestro hijo comenzó a alimentarle con pastas de carne o pollo especiales. Nosotros especulábamos cual era el verdadero origen de la gata, si había tenido algún dueño antes. En el tiempo que la tuvo en París, José nos contó que la gata había sido mamá de dos gatitos: uno totalmente negro y bien peludo, y el otro igual a ella, pero que afortunadamente habían encontrado un hogar allá con amigos de la facultad.
Llega el verano y José vuelve a casa por las vacaciones. Nos anunció que traería consigo a Proteína, lo cual nos emocionó bastante. Para el fue toda una odisea hacer el trámite de sacar los documentos y el permiso de la gata para salir de Francia. Nuestra nieta se había tenido que someter a un examen de sangre para saber que no tenía rabia y esperar 90 días los resultados. Una vez listo el chequeo a la gata le ponían un chip para identificarla y luego le entregaban el pasaporte a su dueño. Este Pasaporte de animales es obligatorio cuando éstos salen de un país y funciona para documentarlos y tener un registro de éstos. Proteína, como toda mascota, tuvo que viajar dormida bajo los efectos de un tranquilizante en el maletero del avión. Todo esto valía la pena para él, ya que la había visto crecer y la había cuidado por tanto tiempo. La gata era un miembro más de la familia y no podía estar lejos de su dueño. Una vez en casa, Josecito nos presentó a la nueva integrante de la familia. Cuando la gata entró a la casa su primera reacción fue correr para esconderse debajo de un sillón o de los muebles, porque estaba muy asustada, ya que no conocía a nadie. Pensamos que tal reacción se debía también al nerviosismo de viajar tantas horas en un avion, encerrada y sin su padre, una situación estresante para cualquiera. Pero pasaron los días y la gata aún no se acostumbraba a su nueva casa, todo le aterraba. Ante cualquier ruido, corría escaleras arriba a esconderse.
Con el tiempo después, Proteína, se acostumbró a su familia humana y a su nueva casa. Se ha quedado con nosotros a hacernos compañía desde entonces y nuestro hijo a vuelto a París. Hablamos a diario y el siempre pregunta por su gata. Su compañía ayuda a tolerar la distancia de Josecito, Dios nos ha enviado a Proteína.
José María Gimeno
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